viernes, 2 de octubre de 2009

06/03/09


“Mis amigos gruñen entre los cerdos o se pudren bajo el sol en un barranco.”


Sí, creo que voy a leer a Paz un rato… aunque haya muerto gruñendo entre los cerdos, injuriando a los que pudieron ser sus amigos por resistirse a pudrirse en un barranco sin lanzar un sólo gruñido.


Tan buen escritor el muy desgraciado. Qué burla esa de convertirse en el Franco de una paradógica República de Letras. Quizá sólo se trata de un malentendido, y las tan apreciadas grafías -que son asequibles para lamentablemente tan pocos-, prefieren desplegar su magia ahí donde se gobierna según Platón… pero no, porque entonces el exilio hubiera sido un verdadero problema para el Paz-poeta, que defendía su República como filósofo.


Definiciones oportunas I

Tolerancia: Bailar entre bombas y cadáveres omitiendo cuidadosamente la vieja comezón del "hasta cuándo".

lunes, 31 de agosto de 2009

El almuerzo desnudo de Lydia Lunch


Hermann Bellinghausen

La han llamado reina del punk, lo cual es bastante estúpido viniendo ella del territorio punk que cimbró los años 70 con el mismo desparpajo autodestructivo, nicotina, alcohol, cocaína y pastillas de cualquier epítome (figura que consiste, después de dichas muchas palabras, en repetir las primeras para mayor claridad, según la Real Academia) de la calaña Syd Vicious, pero salvada curiosamente por el sexo: ‘The more they kill, the more I fuck’.

De la desventaja originaria de su condición de mujer, que determinó su desdichada infancia en los arroyos del white trash americano, Lydia obtuvo un arma de defensa personal y desmadre colectivo antes y después del sida.

Cantante hipnótica y desgarradora de sus propios verbos, performancera continua, agitadora sin causa, promotora del cine de la transgresión y con el tiempo, espléndida prosista. Además de una decena de discos, incontables videoclips, filmes prohibidos y una trayectoria en la rítmica del spoken word, posee ya cuatro libros sobre sí misma y su circunstancia con una rabia aún mayor, pero menos egocéntrica que las de Jack Kerouac, Henry Miller y Walt Whitman. Aunque los comentaristas, con razón, mejor la asocian con William S. Bourroughs.

Salvación y no, el coño y las tetas la pusieron pronto en el terreno de la explotación y el abuso. Esto la hace distinta de los cuatro caballeros mencionados, criados todos como niños mimados. Sin el privilegio de ser hombre, ella viene de las cloacas.

Su imagen escencial: Lydia recostada, desnuda, fuma empuñando un revólver enorme. En un mundo dominado por el miembro viril, ella encontró la forma de gobernar las vergas (y meterse en serios problemas).

Hija única de padres separados, aún prepúber y preLolita era usada por su madre como gancho para atraerse novios, hasta que la niña le reventó una botella de Heineken en la cabeza al primero que le metió mano y pretendía meterle otra cosa. La mamá se deshizo de ella al otro día, dejándola con el padre jugador, bebedor y desempleado patán de suburbio.

En una mala noche de canasta, el señor Lunch había perdido hasta el coche (lo último que pierde un macho americano) y apostó la virginidad de su hija con sus compinches. Ella de por sí hacía de mesera en las parrandas y partidas de su padre. Mi brasier todavía no se llenaba de nada, recuerda. Con rabia extraordinaria, Lydia los describe uno por uno, con nombre y estatus familiar. Aquellos seres patéticos. Animado, ayudado por los demás borrachos, el ganador, de origen italiano, con varios hijos y fama de mal sexo (su propia esposa propalaba episodios de su miembro guango), arrancó a esa florecita (así, sin ironía) el último rincón de inocencia que conservaba (Will Work For Drugs, Akahasic Books, Nueva York, 2009).

Ni sarcasmo ni cinismo en los relatos de Lunch, mero realismo visceral. Se guía por George Orwell: En tiempos de engaño, decir la verdad es revolucionario. En principio apolítica, más identificada con los márgenes, los bajos fondos y las víctimas, esa gente brutal y doliente, perseguida por la ley, devino tan desafiante que terminó por ser radical, rebelde y atea, como está escrito en la médula del punk. Brian Eno la tuvo en 1978 para el histórico disco No New York. Por algo ha interesado como asociada o intérprete a Nick Cave, Tom Waits y gente todavía más sospechosa.

Redonda y encantadora, Lydia llega sana y salva a los 50 años casi de milagro. Dedicó la vida a descuidarla. Puede al fin hablar con naturalidad y risa de lo que piensa de la familia, la religión, la guerra, la institución maternal, la mentira, la violencia masculina poblada de bestias, y también de los jovenes y jovencitas que han conmovido su camino. Estas contigüidades la hicieron inquietante retratista de parejas malditas, adolescentes de belleza desesperada, escenificaciones sadomasoquistas, violencia callejera.

Dispuesta a tirarse al hombre o la mujer que le vinera en gana, Lydia Lunch avanzó viendo a la muerte a la cara. Nunca cayó presa, y eso que protagonizó decenas de episodios policiacos, redadas y apañones en posesión o cercanía de armas y sustancias prohibidas, realizando prácticas indecentes, anarqueando. Siempre se las arregló para sacarles fotos a los tiras, que le posaban. Los entretenía tanto que acababan escoltándola en aeropuertos, terminales o precintos. Después los chantajeaba con las fotos por el gusto de espantarlos.

De eso habla, con prosa fluyente y el impudor que dan la edad y alguna sabiduría de chica mala, carne de clínica y presidio, ícono de la contracultura del fin de siglo, narradora emocionante y vengadora: El placer es la única verdadera rebelión.

Literariamente le gusta vincularse a Antonin Arataud y Jean Genet. Con la voz desmayada de una Nico naca y la dureza de gañote de P J Harvey confiesa: ‘I always wanted life to be naked’ (Siempre he querido la vida desnuda).


Pd.: El "Germán" de por sí cuenta con un montón de espacios, pero cuando se rifa, se rifa... Es decir que no podíamos no publicar en este espacio un homenaje a Lydia Lunch, tan chido como este.





domingo, 30 de agosto de 2009

Ave l’anarchie



Sea cual sea el nivel de conciencia que tengan las personas, siempre he creído que cada quien debe hacerse responsable de sus propias preguntas. La respuesta fácil, obtenida sin esfuerzo, o de plano donada por cualquier payaso que mantenga tratos de pavo real con el conocimiento es, en todo caso, la antesala de una nueva dependencia, cuando no de una cínica y colectivamente solapada ansia de esclavitud.

jueves, 27 de agosto de 2009

Arte Visual para comprender la Desaparición Forzada de Personas

Atisbos de una dictadura que fue (en Argentina), para meditar en la dictadura que se nos instala (en México). Trabajo del fotógrafo argentino Gustavo Germano.












Pragmatismo Craneoencefálico

Hubo muchos días como éste, en donde el sol contrastaba con la mutilación del entusiasmo. Pero casi siempre era porque la noche anterior había estado cargada de sexo desigual y despotismos varios. Entonces regresabamos caminando, hambrientos y sin dinero; engañando la sed con algún dulce que quedara oculto entre las pelusas y los papeles de las bolsas menores de la mochila. Era como una religión del desperdicio.

Y es que las metas propuestas en el Manual nos habían parecido engañosas: elegimos nuestras propias exploraciones. Entonces el camino se llenó de desprendimientos y renuncias, mientras otros ascendían y se petrificaban en los depósitos lujosos de la vida mediada.

Pero no hay definitivos, y no importa que tan carcomida haya sido la voluntad de correspondencia, siempre es posible reencontrarse con las pautas de la integración, aunque la aspiración baje de nivel y el asiento sea de tercera. Porque entonces es el instinto, o el desarrollo de pasiones por ciertos lujos, y todo gracias a que algunas cosas salen bien y te consigues una probadita de esto y aquello.

El asunto de la intemperie es que te vas quedando solo. Lo notas en la instauración de la superficialidad en las conversaciones, en la repetición sospechosa de ciertos tópicos de sobremesas. Pero la constancia no está hecha de mártires -por mucho que se piense que así va la cosa-, porque la autodestrucción tampoco es romántica. Sin embargo llega un momento en que los límites impuestos requieren de cierta violencia para permitirnos dar el siguiente paso, y es que a cierta altura del camino simplemente no basta con dejarse llevar.

martes, 25 de agosto de 2009

Fraseología

Como evento, la humanidad podría ser resumida en un movimiento que va de la casualidad a la peste.

Hay violencias que cuestan menos y sin embargo aquí estamos, mendigando futuro a expensas del presente.

martes, 28 de julio de 2009

"Informe sobre ciegos" (fragmento)

Como en otras ocasiones, la nerviosidad me produjo un urgente deseo de ir al baño. Entré en la Antigua Perla del Once y me dirigí al excusado. Es curioso que en este país el único lugar donde se habla de Damas y Caballeros sea el lugar donde invariablemente dejan de serlo. A veces pienso que es una de las tantas formas del irónico descreimiento argentino. Mientras me acomodaba en el infecto cuartucho, confirmando mi vieja teoría de que el cuarto de baño es el único sitio filosófico que va quedando en estado puro, empecé a descifrar las enmarañadas inscripciones. Sobre el inevitable y básico VIVA PERÓN alguien había tachado violentamente la palabra VIVA y la había reemplazado por MUERA, palabra que a su turno había sido tachada y reemplazada por un nuevo VIVA, nieto del primigenio, y así alternativamente, en forma de pagoda, o más bien de un temblequeante edificio en construcción. A izquierda y derecha, arriba y abajo, con flechas indicadoras y signos de admiración o dibujos alusivos, aquella expresión original aparecía exornada, enriquecida y comentada (como por una raza de violentos y pornográficos exegetas) con comentarios diversos sobre la madre de Perón, sobre las características sociales y anatómicas de Eva Duarte; sobre lo que haría el comentarista desconocido y defecante si tuviera la dicha de encontrarse con ella en una cama, en un sillón o hasta en el propio baño de la Antigua Perla del Once. Frases y expresiones de deseos que a su vez eran tachados parcial o totalmente, obliterados, tergiversados o enriquecidos por la inclusión de un adverbio perverso o celebratorio incrementados o atenuados por la intervención de un adjetivo; con lápices y tizas de diversos colores; con dibujos ilustrativos que parecían haber sido ejecutados por un profesor Testut borracho y baboso. Y en diferentes lugares libres, abajo o al costado, a veces (como en el caso de los avisos importantes de los diarios) con marcos orlados, con diversos tipos de letra (ansioso o lánguido, esperanzado o cínico, empecinado o frívolo, caligráfico o grotesco), pedidos y ofrecimientos de teléfonos para hombres que tuvieran tales y cuales atributos, que estuvieran dispuestos a realizar tales o cuales combinaciones o hazañas, artificios o fantasías, atrocidades masoquistas o sádicas. Ofrecimientos y pedidos que a su vez eran modificados por comentarios irónicos o insultantes, agresivos o humorísticos de terceras personas que por algún motivo no estaban dispuestas a intervenir en la combinación precisa, pero que, en algún sentido (y sus comentarios así lo probaban) también deseaban participar, y participaban, de aquella magia lasciva y alucinante. Y en medio de aquel caos, con flechas indicadoras, la respuesta anhelante y esperanzada de alguien que indicaba cómo y cuándo esperaría al Príncipe Cacográfico y Anal, a veces con una acotación tierna y al parecer inadecuada para aquel noticioso de excusado: ESTARÉ CON UNA FLOR EN LA MANO.
“El reverso del mundo”, pensé.
Como en las páginas policiales, ahí parecía revelarse la verdad última de la raza.
“El amor y los excrementos”, pensé.
Y mientras me abrochaba, también pensé: “Damas y Caballeros

Referencia

Sábato, Ernesto, Sobre Héroes y Tumbas, "Informe Sobre Ciegos", ed. Sudamericana, Buenos Aires, p.p. 257-258.

jueves, 16 de julio de 2009

Los mapas del alma no tienen fronteras


El sentido comunitario de la vida es la expresión más entrañable del sentido común

Eduardo Galeano


Permítanme agradecer esta ofrenda que estoy recibiendo, que para mí es un símbolo de la tercera orilla del río. En esa tercera orilla, nacida del encuentro de las otras dos, florecen y se multiplican, juntas, nuestras mejores energías, que nos salvan del rencor, la mezquindad, la envidia y otros venenos que abundan en el mercado.

Aquí estamos, pues, en la tercera orilla del río, argentinos y uruguayos, uruguayos y argentinos, rindiendo homenaje a nuestra vida compartida, y por lo tanto estamos celebrando el sentido comunitario de la vida, que es la expresión más entrañable del sentido común.

Al fin y al cabo, y perdón por irme tan lejos, cuando la historia todavía no se llamaba así, allá en el remoto tiempo de las cavernas, ¿cómo se las arreglaron para sobrevivir aquellos indefensos, inútiles, desamparados abuelos de la humanidad? Quizá sobrevivieron, contra toda evidencia, porque fueron capaces de compartir la comida y supieron defenderse juntos. Y pasaron los años, miles y miles de años, y a la vista está que el mundo raras veces recuerda esa lección de sentido común, la más elemental de todas y la que más falta nos hace.

Yo tuve la suerte de vivir en Buenos Aires, en los años setenta. Llegué corrido por la dictadura militar uruguaya, y me fui corrido por la dictadura militar argentina.

No me fui: me fueron. Pero en esos años comprobé, una vez más, que aquella prehistórica lección de sentido común no había sido olvidada del todo. La energía solidaria crecía y crece al vaivén de las olas que nos llevan y nos traen, argentinos que vienen y van, uruguayos que vamos y venimos. Y en el tiempo de las dictaduras, supimos compartir la comida y supimos defendernos juntos, y nadie se sentía héroe ni mártir por dar abrigo a los perseguidos que cruzaban el río, yendo para allá o desde allá viniendo. La solidaridad era, y sigue siendo, un asunto de sentido común y por lo tanto era, y sigue siendo, la cosa más natural del mundo. Quizá por eso su energía, la siempreviva, fue más viva que nunca en los años del terror, alimentada por
las prohibiciones que querían matarla. Como el buen toro de lidia, la solidaridad se crece en el castigo.

Y quiero dar un testimonio personal de mi exilio en la Argentina. Quiero rendir homenaje a una aventura llamada Crisis, una revista cultural que algunos escritores y artistas fundamos con el generoso apoyo de Federico Vogelius, donde yo pude aportar algo de lo mucho que me había enseñado Carlos Quijano en mis tiempos del semanario Marcha.

La revista Crisis tenía un nombre más bien deprimente, pero era una jubilosa celebración de la cultura vivida como comunión colectiva, una fiesta del vínculo humano encarnado en la palabra compartida. Queríamos compartir la palabra, como si fuera pan.

Los sobrevivientes de aquella experiencia creadora, que murió ahogada por la dictadura militar, seguimos creyendo lo que entonces creíamos. Creíamos, creemos, que para no ser mudo hay que empezar por no ser sordo, y que el punto de partida de una cultura solidaria está en las bocas de quienes hacen cultura sin saber que la hacen, anónimos conquistadores de los soles que las noches esconden, y ellos, y ellas, son también quienes hacen historia sin saber que la hacen. Porque la cultura, cuando es verdadera, crece desde el pie, como alguna vez cantó Alfredo Zitarrosa, y desde el pie crece la historia. Lo único que se hace desde arriba son los pozos.

La dictadura militar acabó con la revista y exterminó muchas otras expresiones de fecundidad social. Los fabricantes de pozos castigaron el imperdonable pecado del vínculo, la solidaridad cometida en sus múltiples formas posibles, y la máquina del desvínculo continuó trabajando al servicio de una tradición colonial, impuesta por los imperios que nos han dividido para reinar y que nos obligan a aceptar la soledad como destino.

A primera vista, el mundo parece una multitud de soledades amuchadas, todos contra todos, sálvese quien pueda, pero el sentido común, el sentido comunitario, es un bichito duro de matar. La esperanza todavía tiene quien la espera, alentada por las voces que resuenan desde nuestro origen común y nuestros asombrosos espacios de encuentro.

Yo no conozco dicha más alta que la alegría de reconocerme en los demás. Quizás ésa es, para mí, la única inmortalidad digna de fe. Reconocerme en los demás, reconocerme en mi patria y en mi tiempo, y también reconocerme en mujeres y hombres que son compatriotas míos, nacidos en otras tierras, y reconocerme en mujeres y hombres que son contemporáneos míos, vividos en
otros tiempos.

Los mapas del alma no tienen fronteras.

(Palabras dichas por Eduardo Galeano en Montevideo, anoche, al ser
condecorado con la Orden de Mayo de la República Argentina)

miércoles, 15 de julio de 2009

REMINDER

El mayor genio científico, desde el momento en que se convierte en académico, en sabio oficial, patentado, cae inevitablemente y se adormece. Pierde su espontaneidad, su atrevimiento revolucionario, y esa energía incómoda y salvaje que caracteriza la naturaleza de los más grandes genios, llamados siempre a destruir los mundos caducos y a echar los fundamentos de mundos nuevos. Gana sin duda en cortesía, sabiduría utilitaria y práctica, lo que pierde en potencia de pensamiento. Se corrompe, en una palabra. Mijail Bakunin


Referencia
Bakunin, Mijail, Dios y el Estado, ed. Terramar, Colección "Utopía Libertaria", Argentina, 2004, p. 33

jueves, 4 de junio de 2009

Video sobre "The shock doctrine" (subtitulado en español)



Golpes de Estado, guerras, crisis económicas, terrorismo, desastres naturales, epidemias, tragedias mayúsculas que conmocionan a sociedades enteras; y sin embargo, a decir de Naomi Klein, oportunidades inigualables para la imposición de reformas, leyes y modos de vida inaceptables en contextos de “normalidad”. Se trata de la doctrina del shock, y en ella, según esta autora canadiense, se encuentra la clave para comprender la historia secreta del libre mercado.

BIBLIOGRAFÍA
Klein, Naomi,
La Doctrina del Shock. El Auge del Capitalismo del Desastre, ed. paidós, Barcelona, 2007. (asquerosamente caro)

domingo, 29 de marzo de 2009

Recomendaciones de la semana


ESCLAVOS MODERNOS

Se trata de un reportaje muy interesante de un tal Davil Dusster. Útil para documentar el sentimiento de injusticia sistémica en tiempos de un neoliberalismo que, aunque en crisis, galopa brioso de un lado a otro por casi todos los rincones del planeta.

La esclavitud en las maquilas, la trata de personas, la migración y el trabajo infantil son los temas desarrollados por este reportero. Si se animan a leerlo, encontrarán testimonios, datos y cifras con respecto a estos fenómenos, así como los puntos de vista de varias organizaciones no gubernamentales que trabajan directamente con las víctimas en países como Honduras, India, Brasil, España, Filipinas, Camboya, Marruecos, Vietnam y Sudáfrica.

A pesar de ser un muy buen trabajo documental, no deja de molestar a veces el abuso de ciertos recursos discursivos que tienden al pellizco visceral y llorón, natural en esa clase de denuncias tipo Michael Moore. Y es que luego de evidenciar lo absurdo, suicida y condenable del sistema económico actual, el sentimiento de indignación y rabia se estrella con la tibieza de sus conclusiones, para luego diluir el impacto del texto con propuestas timoratas que van desde ver las etiquetas de la ropa que compramos, hasta verificar que las ONG que apoyamos sean "buenas" y no "pantallas" de las empresas trasnacionales.

De cualquier forma se trata de un texto valioso que usted puede leer en el baño o en el transporte público; un curioso compendio de preocupaciones representativas de cierta franja saciada (y culpable) de la sociedad europea, que parece aspirar a las ilusiones de un capitalismo justo (si tal cosa existe), sin dejar de ver tiernamente de arriba hacia abajo en la gran pirámide humana del mundo globalizado.